La primera compañía minera en San Juan fue estatal, pero parecía una multinacional

Sarmiento participó en la puesta marcha del proceso de expansión minera, a través de la instalación de la denominada Compañía de Minas de San Juan, organizada por él y constituida el 21 de julio de 1862, con un capital de 110.000 pesos fuertes.

Los socios fundadores y firmantes del acta son 45, y el primer directorio, integrado por doce miembros incluye: a Ruperto Godoy, Manuel Moreno, Santiago Lloveras, Abel Quiroga. Saturnino de la Presilla, Camilo Rojo y Pedro J. Cordero, en San Juan, a Juan Anchorena en Buenos Aires, a Mariano E. de Sarratea en Valparaiso, a Antonio López en Copiapó y al general Nicolás Vega, en Paris. Augusto Carfié y don Valentín Videla son elegidos síndicos, y el ingeniero Francisco Ignacio Rickard, principal apoyo de Sarmiento en su proyecto minero fue designado administrador general de los trabajos mineros.

En 1862 se forma una verdadera compañía internacional en San Juan, con oficinas en Buenos Aires, Chile y Europa. Sarmiento veía a la minería como uno de los motores de desarrollo de la economía de la provincia. Su visión era aprovechar los recursos naturales para apoyar la educación.

Esta compañía era muy particular, no aparecía patrocinada por el gobierno provincial, pero su vinculación era evidente, tampoco era minera, sino exclusivamente metalúrgica, tenía prohibido por sus estatutos, precisamente, adquirir minas y procuraba fundir el mineral proveniente de los distritos del Tontal y Castaño, con numerosas minas de plomo y plata, regiones recientemente descubiertas: Carmen Alto, Colón, Al Fin Hallada, Encrucijada.

De acuerdo con el movimiento minero metalúrgico existente, se levantarían, en otras provincias, como Catamarca y La Rioja, una fundición que finalmente se instaló en Hilario, Calingasta, distante a 45 km de las minas del Tontal.

También operarían por este tiempo dos establecimientos dedicados a la explotación de esos metales, como la fundición La Verdad, y la planta El Sorocayense, en el Tontal, además de los hornos de Ruisuárez Cía. en Santo Domingo y los del fundidor Olmendo, en Chacritas, estos últimos en la Sierra de la Huerta.

Este antecedente, es quizás, uno de los primeros ensayos concretos de Promoción Minera regional, que se pondría en marcha en la provincia, a través de un establecimiento independiente, dedicado exclusivamente al rescate y fundición del mineral de terceros.

La compañía, a diferencia de las plantas riojanas y catamarqueñas, instaladas en la misma época, trabajaría exclusivamente con mineral comprado, pero también operaría a maquila beneficiando el mineral por cuenta de los mineros.

El establecimiento que constaba de 3 hornos de reverbero, uno de refino y dos hornos de manga castellanos y máquinas de amalgamación, se terminó de construir en 1865, con grandes inconvenientes, por falta del personal experto para el montaje, y a los pocos meses dejó de funcionar y suspender sus operaciones por muchas causas, aunque la principal, según manifestaban las autoridades, era la dificultad para el transporte del mineral desde las minas al establecimiento, por lo que los mineros no entregaban el mineral suficiente para operar en forma económica en las instalaciones.

En esa época, los mineros se quejaban de los bajos precios del concentrado que pagaban en la planta.

Minería y Desarrollo/ con apuntes de Marcelo Giglione

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