Miguel Martín y Daniel Bosque despiden al periodista Ricardo Olivera

La minería de San Juan tiene mucho que agradecerle a Ricardo Olivera

Por Miguel Martín

Ricardo Olivera tenía varias virtudes como profesional y como amigo: generoso, riguroso con los datos y la información, para desde allí poner de relevancia sus análisis y puntos de vista para explicar lo inexplicable, o ponerle esa cuota de humor que lograra sacar una sonrisa al desarrollo del tema más difícil o complicado. Así era, para muchos, sencillamente un buen tipo.

Los que lo conocimos un poco más de cerca, pudimos conocer además a ese profesional que sobresalía no solo por su timbre de voz sino por sus conocimientos de minería, de agua, energía y de la economía de San Juan. Siempre fue palabra de consulta y referencia.

Recuerdo que en uno de sus cumpleaños, no hace mucho, quisimos regalarle un cuadro con Julio Claudeville -ambos cumplían el mismo día- en el que resaltamos una frase que nos pegó fuerte en el corazón y que representaba algo más que su visión de la comunicación, del ambientalismo y los porqués de hacer minería.

Ricardo Olivera sabía lo que estaba mal y lo que estaba bien. Y lo que es mejor, no dudaba en defender lo que estaba bien.

“Hay ambientalistas que prefieren mantener viva y pura la naturaleza -con el atraso y la pobreza de nuestros pueblos-, antes que admitir y reconocer la oportunidad de desarrollo que con la minería se abre para esta gente. Esa es la diferencia de quienes defendemos a esta actividad como palanca de progreso, educación y desarrollo, y aquellos que como turistas o desde posiciones antimineras quieren seguir visitando pueblos con costumbres que ni por asomo reproducirían en alguna parte de sus vidas”.

La frase resumía una visión, el por qué defendíamos la minería, la información de verdad y el cuidado del medio ambiente.

Ricardo sabía lo que estaba mal y lo que estaba bien. Y lo que es mejor, no dudaba en defender lo que estaba bien.

Ricardo tenía una virtud como persona y profesional: era el saber escuchar, lograba esa empatía con sus entrevistados que luego de exponer sus posiciones, querían escuchar su análisis y visión en los que hacía gala de sus conocimientos técnicos de economía y de la vida.

Atrás quedarán esas noches en donde recordábamos el paso de cada uno por LV1 Radio Colón y el levantarse todos los días a las 5 de la mañana.

El convivir laboralmente con Francisco “Quito” Bustelo y competir con las anécdotas más raras y estereotipadas de los periodistas y la madrugada sanjuanina.

Hizo radio, televisión y columnas en cuanto diario le dio un espacio.

Se fue su voz, no el recuerdo de los que siempre lo admiramos y reconocimos.

Maestro, dejó un camino, pero que quiere que le diga.., se lo va a extrañar.

Qué tristeza, Ricardo. Muchísima

(Por Daniel Bosque) 

Desde que Sebastián y Facundo me confirmaron que estabas peléandola, no he parado de recordar aquel lejano 1987, cuando mantenías lejos de la siesta a todo San Juan con esa voz única y capaz de atravesar las paredes.

Ahí se me dio por admirarte porque la radio, ese invento fabuloso, se había hecho para vos. Todos parecíamos enanos al lado tuyo, en aquel programa «Radio Abierta», por Radio Nacional, que marcó una época en la joven democracia.

– ¡Castigue maestro!, solías decir risueño para darle entrada al micrófono a alguien del staff.  Tu decir era del Olimpo, cero huevadas como se dice en Cuyo.

– Hoy tengo para contarles…y arrancabas a regalar el fruto de tus lecturas subrayadas de la galaxia papel.

Nos perdimos de vista por largo tiempo, salvo coincidencias accidentales. Y hace no mucho volvimos al contacto frecuente para inventariar los stocks de la vida y el alma. En primerísimo primer plano aparecían tus pibes periodistas. «Son mejores que vos», te provoqué varias veces y sonreías orgulloso.

Fue en el reencuentro que me contaste que estuviste jodido, que habías perdido la gola y el infierno que había sido para vos, justo vos, manyarse ese silencio. Pero ya estabas de vuelta con tu expresión y tu pluma intactas. Yo mientras, iba cada domingo a leer en el Diario de Cuyo tus columnas, jugosas, agudas, sanjuaninas. Me has devuelto meticulosas gentilezas. Si no hace mucho hasta discutimos con linda pasión nuestros pareceres sobre el agua y las sequías de nuestra querida provincia.Podría estar horas evocándote en medio de esta pena. Mi universo sólo te agradece tu paso por este mundo. Hasta siempre Negro querido, un abrazo infinito.

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